Un conjunto de miradas individuales componen a un personaje colectivo:
El muchacho que en un momento de su vida tuvo acceso a una arma, la usó para matar, y pronto se volvió parte del engranaje del crimen organizado.
Un mosaico de escenas dentro de las vidas cotidianas de estos chicos nos abren la puerta a su mundo emocional, y a la vez nos muestran el panorama del trasiego de armas en México, de tantas partes involucradas para que ese muchacho, en un arranque adolescente, pueda acceder a una pistola. En este viaje entre los bastidores de sus vidas diarias, el espectador es testigo del universo paralelo en el que ellos se mueven, ve el interior de sus vidas, su entorno y el camino que existe en el mundo para que un día puedan poner el dedo en un gatillo. El mosaico de testimonios conforma una imagen escalofriante, y confirma el dolor que significa tenerle miedo a un niño. Es un viaje a las entrañas del eslabón más frágil del crimen organizado, a un tiempo víctimas y victimarios.
– Juan Patricio Riveroll